domingo, 15 de enero de 2017

La vida y sus personajes

Soy Andrea. Ay, pero cuántas veces me he sentido representada en un personaje o, incluso, representándolo. Hace aproximadamente cinco años (el tiempo es relativo: pueden haber sido 30 años o dos minutos), un día, tuve la impresión de ser Atlas, pero con osteoporosis. También, he anhelado sentir que una parte mía -aunque pequeña- es como El Principito: por seguro, no dejo de preguntar algo que realmente me interesa hasta que obtengo respuesta y le he creído con todo mi corazón al zorro que "domesticar significa crear vínculos". Quizás, ha habido ocasiones en las que, como Alicia, he caído en espiral hasta un país de maravillas, pero también a uno de horrores; o he cruzado a través del espejo para encontrarme con un caballero blanco, torcido, casi cayéndose de su caballo... 

Con esto último quiero decir que también nos encontramos con algunos personajes en nuestra vida. Tengo una amiga muy querida que creo que es una elfa herbolaria y le he dicho que la alucino caminando en su jardín con un vestido de tules. Tengo una familiar muy amada que la pienso como la versión femenina del dios Thor porque tiene una fuerza alucinante, pero también es noble y justa. 

El poema que viene en la siguiente entrada está dedicado a otro personaje que debe hacernos recordar que la fuerza debemos hallarla en el núcleo de quienes somos y no en ninguna característica accesoria, irrelevante o que corramos el riesgo de perderla. 

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