lunes, 9 de enero de 2017

La poesía es injusta

Muchas veces, la poesía se me presenta como un ejercicio injusto del alma. Me hace pensar que, al escribir, quedo expuesta, vulnerable, raída... Incluso, aquello que he escrito y que no ha salido a la luz, cuando lo repaso, termina siendo un espejo de un fragmento mío o de un escenario vacío que me confronta. 

Lo que estuve escribiendo hasta el año pasado es el reflejo de un monstruo bicéfalo porque parecen conjugarse la ilusión con la desesperanza, la añoranza con el resentimiento, el amor con una imagen deforme del mismo. 

Este año, he empezado a escribir de nuevo. Algunas veces, para "pulir" los poemas anteriores (esto es mentira: un poema es un cuerpo vivo que se transforma siempre y más aun a los ojos de cada lector); y, otras, para escribir algo totalmente nuevo. 

Esto último tiene una resonancia muy distinta y una figura mucho más integrada de mí y del otro. Quizás me atreva a presentarles esos escritos más adelante pues proviene de una ilusión muy tímida, muy joven y posiblemente prematura; creo que uno aprende a desconfiar de ciertos afectos. Mientras tanto, comparto otro cuerpo de una edad mayor y en donde solo resuenan los cuencos vacíos de una fiesta que ya acabó. 

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